Las deficiencias en el uso y la asignación de la publicidad oficial fomentan la opacidad, la corrupción y la censura sutil.»
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La historia del cuarto poder en México en los años recientes, tiene como protagonista destacado al periódico La Jornada. Su aparición en el escenario informativo fue un punto de quiebre en los momentos en que, un grupo de periodistas encabezados por Carlos Payán, veían la necesidad de impulsar un periodismo crítico e independiente con cobertura nacional; el entorno en el que surgió se caracterizaba por la falta de democracia electoral y por el surgimiento de un grupo de poder con ideas neoliberales, que hasta la fecha gobiernan al país.
La creación de este nuevo periódico significó para el sistema político mexicano un hecho incomodo, pues durante años la prensa post- revolucionaria no representaba ningún contrapeso al poder autoritario de los gobernantes. El hecho en sí de la aparición de La Jornada, fue un acto de inconformidad, rebeldía, desobediencia y sublevación periodística, cuyo fin era defender la libertad de expresión y, sobre todo, el anhelo de una camada de jóvenes periodistas dispuestos a no formar parte de un sistema ideológico conservador que siempre ha mantenido los privilegios de una clase gobernante a costa del empobrecimiento de las mayorías; los ideales que inspiraron a estos jóvenes giraban en torno a lograr un periodismo crítico completamente independiente, que sólo se debiera a sus lectores y a nadie más; por ningún motivo, ellos estaban dispuestos a recibir dinero del gobierno, pues eso implicaba perder la autonomía y la dignidad frente al poder.
Memorables son los días en los que La Jornada dio cobertura al movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas, comprar este periódico permitía estar al tanto de cómo se estaba desarrollando una transformación en nuestro país; ir al puesto de periódicos y comprar un ejemplar era un acto subversivo.
30 años después, al periódico La jornada le ha sucedido lo mismo que al partido de la revolución democrática (PRD), de combativos y revolucionarios han pasado a ser negociadores pragmáticos y transformadores “gradualistas” que justifican su actuación con una maraña de argumentos mentales, todos tendientes a explicar su cercanía y dependencia con los gobernantes en turno.
El caso más patente lo tenemos con el periodista Julio Hernández que, entrado ya en la dinámica empresarial y mercadológica de una economía de mercado salvaje, tiene su franquicia de La Jornada en el estado de San Luis Potosí. El Sr. Hernández es una muestra de cómo operan los periodistas el día de hoy, pues con astucia logran obtener financiamiento del gobierno, y al mismo tiempo, utilizan la pluma para escribir opiniones y críticas dirigidas con cálculo, táctica y cautela hacia ciertos grupos de poder.
Expliquemos más esto para que se entienda; La jornada de San Luis Potosí administrada por el periodista Julio Hernández, recibe dinero del gobierno de esa entidad a través de publicidad gubernamental que él pública como nota periodística, lo cual le permite vivir cómodamente y soltarse a escribir críticas hacia el gobierno federal, es decir, por un lado cobra y amaga al gobierno de San Luis Potosí, y por el otro engalla y se hace pasar como periodista que crítica al sistema.
Si hojeamos un ejemplar de La Jornada de San Luis potosí, constatamos la inexistencia de una noticia trascendental que verdaderamente signifique una labor de contrapeso al gobierno de ese estado, todas son notas que dan cuenta de sucesos que si son importantes, pero que no implican ninguna revelación o investigación que coadyuve al avance democrático, político y económico de los potosinos. El Sr. Hernández cuando observa los acontecimientos nacionales trata de sugerir cambios de fondo, pero en San Luis potosí hace un periodismo sólo informativo y descriptivo que no toca a su gobernador y a funcionarios cercanos de primer nivel.
A nuestro parecer, periodistas como el Sr. Julio Hernández son más perjudiciales que los periodistas orgánicos del gobierno en turno (estos últimos ya los conocemos por sus mentiras y porque sabemos a quienes responden), pues pensar que opinólogos como Julio Hernández están contribuyendo al avance democrático y político de nuestro país, es un engaño que se encubre con el prestigio de un periódico como La Jornada que, hace ya muchos años, dejo de ser lo que fue en sus orígenes.
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